miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cuentos propios (IV)


Terror

¡Bloom !La puerta se cerró de improviso. Me dejó el susto en el cuerpo porque ni yo, ni ella, esperábamos el portazo.

La convencí para acercarnos a ese pueblo fantasma, deshabitado y entrar en el viejo hospital abandonado. Las paredes olían a azufre. El suelo, frío, helado, estaba resbaladizo. El caso es que aún no sé como me deje llevar por la inocencia para entrar en esa habitación ciega, sin ventanas.  Estaba pensando en ello cuando oímos el ¡bloom! estremecedor.  Enseguida me di cuenta de que estábamos metido en un buen lío. La puerta estaba cerrada, pero por el interior de la habitación, no tenía pomo. Estábamos encerrados...

Encerrados en una maloliente habitación de un viejo hospital abandonado y, además, en un pueblo deshabitado... ¿qué podíamos hacer?....

-Qué jugada tan cruel nos ha jugado el destino a los dos -le dije a ella-.

-¿A los dos? ¿Estás seguro?

domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuentos ajenos (XII)


La leyenda de la anjana traviesa

Cuenta una vieja leyenda recogida en los valles cántabros más cercanos a la Meseta que una anjana traviesa fue encantada por el hechizo de un ojáncano en ese momento del año en que las horas de luz diurna se igualan con las de penumbra.
La anjana traviesa paseaba por las sendas de los bosques y descansaba en las orillas de los manantiales y arroyos. Pero el hechizo efecto y se quedó profundamente dormida al pie del balcón de las rocas de la Cueva del Agua, muy lejos de su bosque cántabro. Al fondo, vigilaban quietos dos camellos de piedra que siguen, aún hoy, mirando de reojo los valles de Valderredible y las Hoces del Rudrón y del Ebro.
Dormida quedó la anjana contemplando ese paisaje; sus cabellos calleron precipicio abajo y de repente se transformaron en un cascada profunda y bulliciosa como la misma hada.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuentos ajenos (XI)

Foto Almudena Sanz
El pájaro y el sabio

Hubo una vez un hombre sabio en un pequeño pueblo de la vieja Castilla. Su bondad y conocimientos despertaban la envidia de mucha gente. Un día, unos vecinos urdieron un plan para engañarle. Atraparían a un pájaro vivo e irían a visitar al hombre sabio. Uno de ellos sostendría el pájaro detrás de la espalda y le preguntaría:
«Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto? »
Si el hombre sabio respondía que estaba vivo, el vecino aplastaría rápidamente al pájaro y diría: «No, está muerto».
Si el hombre sabio decía: «El pájaro está muerto», el hombre le enseñaría el pájaro con vida.
Consiguieron los vecinos que el hombre sabio los recibiera.
El que sostenía al pájaro le preguntó: «Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto?»
El hombre sabio permaneció en silencio durante unos instantes. Después se agachó hasta que quedó a la misma altura que el chico y le dijo: «La vida que sostienes está en tus manos».

martes, 15 de noviembre de 2011

Cuentos ajenos (X)

La última casa de madera
Un viejo carpintero decidió retirarse. Así se lo comunicó a su jefe que, aunque iba a extrañar su salario, necesitaba jubilarse y estar con su familia. Su jefe se entristeció mucho con la noticia porque aquel hombre era su mejor carpintero. Decidió pedirle de favor que le construyera una última casa antes  de dejar de trabajar.
El carpintero aceptó la proposición y empezó la construcción de su última casa pero, a medida que lo hacía, perdía la ilusión por hacerla. Arrepentido de haber aceptado la petición de su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que acostumbraba poner en el trabajo. Cada casa la había construido con gran esmero, pero ya estaba cansado y sentía que su jefe le había presionado para hacer una casa más.
Cuando el carpintero terminó la casa, el jefe vino muy contento y le entregó la llave de aquélla, diciéndole:  «Ésta es tu casa. Es mi regalo para ti y tu familia por tanto años de buen servicio». El carpintero sintió que el mundo se desvanecía bajo sus pies... Si tan sólo hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho todo de una manera diferente.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Nocturno con luna dentro



El parto más complicado del universo es el nacimiento de una luna llena cada 28 días.
Los girasoles de Peña Amaya y Peña Ulaña ya han bajado la cabeza esperando la brisa nocturna. No sé si algún día acabarán haciéndose al cambio taciturno del día a la noche. Ellos, tampoco lo saben.




Mientras tanto, la luna ya ha nacido una noche más y se despereza quitándose de enmedio las nubes rizosas que dejan sus huellas rojas sin que nadie se percate de ello. Dicen que son sus lamentos, que quedan colgados de unos hilos invisibles tejidos por un ángel, porque empieza a menguar.

lunes, 30 de mayo de 2011

Cuentos propios (III)

Oro y nata


Cuantas deudas
tengo contigo…
que no sé como saldar.
Aquí estoy
con mis manos vacías.
No tengo mucho que ofrecerte.
Sólo
       el silencio
                       de la noche
--roto  por la tormenta--
para escuchar.
No me has pedido que sea
canción,
ni que sea poema…
ni espuma de mar y arena:
letras de oro y nata
en un playa desierta
para regalar.

lunes, 16 de mayo de 2011

Cuentos propios (II)

 Nubes blancas

Melodía que me envuelve,
droga dulce y encantada,
cincelada en una nube blanca,
y enredada en el pentagrama
imaginario de la ilusión
que una brujilla buena conjuró.

Ni la luna casi llena;
ni las enormes secuoyas del parque;
ni el ronroneo del río,
ni el murmullo del viento
que roza las hojas de los árboles…
momento a momento
prefiero compartir las cosas sencillas
del día a día, contigo;

Melodía, nube y droga bruja,
ronroneo, momento y murmullo…
Así es tu compañía.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Cuentos propios (I)

Nubes rojas


El horizonte dibuja
algodones rojos y blancos
como si fueran de feria,
tan dulces… que me hacen feliz.
Allí están: semi colgados
de unos hilos invisibles
enganchados en la cúpula del cielo.
Atardece…
con la ciudad al fondo
y la luna creciente
tratando de sonreir.
Con ello me basta.

Nube, hilo, luna y sonrisa:
Así es tu compañía.



lunes, 4 de abril de 2011

Cuentos ajenos (IX)

Cuando la luna empieza a crecer... 
es preciso conjugar los verbos en infinitivo

Pensar sin conocimiento,
volar sin alas.
Caminar sin pies,
observar sin perturbar,
escuchar sin interrumpir,
palpar sin crear incomodidad.
Disfrutar de una flor sin robarle su aroma.
Entrar en el interior de cada uno y ver esa realidad.
Romper la tarjeta de los horarios
y hacer un viaje hacia lo desconocido.
No desperdiciar la energía vital
en esfuerzos por mantener la máquina enorme
y ridícula de la auto importancia y productividad.

No sólo el silencio de afuera es necesario, también el silencio interior.
Sin el silencio, el alma no tiene claridad, no tiene luz.

domingo, 13 de marzo de 2011

Cuentos ajenos (VIII)

El muñeco de sal

Un viejo muñeco de sal llego cierto día a una playa después de andar y andar por tierras cálidas y por desiertos. Cuando llegó a la orilla del mar, quedó maravillado, pero no acertaba a adivinar que era aquella masa enorme de agua.
Le preguntó al mar: ¿Quién eres?; Soy el mar, respondió. Pero, ¿qué eres?, prosiguió el muñeco; Yo, le volvió a responder aquel trozo de océano. Pues no lo entiendo, replico el monigote.
Si quieres conocerme, le dijo el mar, tócame. El muñeco de sal, muy tímidamente tocó el mar con la punta de sus pies. Pero se asustó muchísimo al darse cuenta de que las puntas de sus pies habían desaparecido.
Mar, ¿qué me has hecho?, dijo entre sollozos el muñeco de sal. Sólo me estás comprendiendo, le replicó el océano. El monigote se quedó un tiempo largo pensando… y comenzó a deslizarse muy lenta y suavemente en las aguas. A medida que las olas lo atrapaban, poco a poco se iba deshaciendo hasta acabar diluido en la inmensidad del mar. En ese momento comprendió: yo soy el mar.

lunes, 21 de febrero de 2011

Cuentos ajenos (VII)


El reloj incompleto

El reloj de pared de la casa de mi abuela sólo era capaz de hacer ‘tic’. El ‘tac’ siguiente ya ni se oía. Y tampoco era tan viejo aquel artefacto. De niño me quedaba mirándolo horas y horas. Sus números romanos; su péndulo y la ranura ovalada con la que se le daba cuerda. Ni con todo el carrete completo era capaz de hacer ‘tac’.
Su armazón de madera oscura era la caja de resonancia perfecta. Pero yo era incapaz de adivinar porqué había dejado de hacer ‘tac’. En realidad, nadie sabía por qué; creo que el único que lo sabía era él. Y es que el péndulo tenía claro que debía ir de un lado para otro. Y las agujas, también conocían que debían recorrer toda la circunferencia del reloj.
El caso es que todo parecía estar en orden, pero no. Faltaba el ‘tac’ definitivo que cerrara el sonido perfecto del reloj.
En ocasiones, a las personas, nos falta el ‘tac’ definitivo que cierre nuestro sonido perfecto. Todo parece que funciona, como el péndulo del reloj o sus manecillas; incluso hasta nos suena el ‘tic’ inicial. Pero nos falta el ‘tac’. Cada uno tiene el suyo y hasta que no suene, dejaremos algo incompleto.

(Versión libre de otro cuento ajeno)

domingo, 13 de febrero de 2011

Cuentos ajenos (VI)

Le preguntó en cierta ocasión el joven aprendiz al maestro:
Maestro, ¿seré feliz?
El mentor respondo: Sí, feliz a ratos. Porque para conquistar la felicidad hay que vivir, a ratos, también la tristeza.
Pero el joven no quedó satisfecho con la respuesta y volvió a preguntarle: Pero maestro, ¿no dices que el fin de hombre es ser feliz? Yo quiero tener la felicidad completa, dijo con aires de soberbia.
El maestro sonrió. Dejó que su aprendiz relajara su humor y le replicó: ¿Has visto ese olivo que nos mira desde el patio? Tiene más de cien años. ¿Ves su tronco retorcido? Es síntoma de su madurez como ser vivo. Está sano y nos regala la vista con su porte. Le costó arraigar en el suelo; ha pasado cien inviernos sin perder la hoja en apariencia; pero ha mudado cien veces y cien veces ha renacido. Así es la felicidad, mudaremos cientos, miles de veces nuestros pesares que se convertirán, cien, mil veces, en proyectos de futuro; ahí está la felicidad, en la dicha de emprender siempre algo nuevo.

martes, 11 de enero de 2011

Cuentos ajenos (V)


El burro y el pozo

Ocurrió que un día el burro de una campesina se cayó en un pozo. El animal lloró y lloró durante varias horas, mientras la campesina trataba de averiguar qué hacer. Finalmente, decidió que el burro ya estaba viejo, el pozo estaba seco y además necesitaba ser tapado, así que pensó que realmente no merecía la pena intentar sacarlo de allí.

La mujer invitó a todos sus vecinos para que acudieran a ayudarla. Todos cogieron una pala y empezaron a echar tierra en el pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y comenzó a gimotear con más fuerza. Pasado un tiempo, para sorpresa de todos los presentes, el animal se calmó.

Después de unas cuantas paladas de tierra, la campesina miró al fondo del pozo y se sorprendió de lo que vio... Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble. Se sacudía la tierra y daba un paso hacia arriba.

Mientras los vecinos seguían echando tierra encima del animal, él se la sacudía y ascendía un paso más. Pronto todo el mundo comprobó con sorpresa cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y se alejó trotando....

Y es que la vida, nos echará tierra, todo tipo de tierra... La clave para salir del pozo es sacudírsela y dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas debe ser un escalón más que vencer. Podemos salir de los más profundos huecos si nunca nos damos por vencidos y deseamos salir adelante.

Los que se dedican a escribir estas cosas, dicen que las reglas para ser feliz son seis:
Liberar el corazón del odio.
Liberar la mente de preocupaciones.
Vivir de forma sencilla.
Dar más.
Esperar menos de los demás.
Tener esperanza en el mañana.

viernes, 7 de enero de 2011

Cuentos ajenos (IV)


EL TARRO Y LAS PIEDRAS

Un profesor, delante de sus alumnos de la clase de filosofía, sin decir ni una palabra, cogió un frasco grande de vidrio y procedió a llenarlo con piedras. Después preguntó a los estudiantes si estaba lleno. Los estudiantes estuvieron de acuerdo en decir que sí. El profesor cogió una caja piedrecitas, como si fuera gravilla y la vació dentro el interior del frasco. La grava llenó los espacios vacíos que quedaban entre las piedras. El profesor volvió a preguntar de nuevo a los estudiantes si el estaba lleno, y ellos volvieron a contestar que sí.

Después el profesor cogió una caja con arena y la vació dentro del frasco. Por supuesto que la arena llenó todos los espacios vacíos y volvió a preguntar de nuevo si estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes le respondieron con un sí unánime. El profesor, rápidamente añadió dos tazas de café al contenido del bote y efectivamente, llenó todos los espacios vacíos entre la arena.

Los estudiantes reían. Cuando la risa se fue apagando, el profesor dijo: “Quiero que os fijéis que este  frasco representa la vida. Las piedras son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, cosas que te apasionan. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto y nada más nos quedaran éstas, vuestras vidas aún estarían llenas. La gravilla representa otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche.... La arena es el resto de las pequeñas cosas. Si pusiéramos primero la arena en el bote, no habría espacio para la grava ni para las piedras. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas realmente importantes. Presta atención a las cosas que son cruciales para tu felicidad. Juega con tus hijos, concédete tiempo para ti mismo, para visitar al médico, ir a cenar con tu pareja, practica tu deporte o afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, o hacer reparaciones... Ocúpate primero de las piedras, de las cosas que realmente te importan. Establece tus prioridades, el resto sólo es arena”.

Uno de los estudiantes levanto la mano y le preguntó que representaba el café. El profesor sonrío y le dijo: “¡Me encanta que me hagas esa pregunta! El café es para demostrar que aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos tazas de café con un amigo”.