La
leyenda de la anjana traviesa
Cuenta
una vieja leyenda recogida en los valles cántabros más cercanos a la Meseta que
una anjana traviesa fue encantada por el hechizo de un ojáncano en ese momento
del año en que las horas de luz diurna se igualan con las de penumbra.
La anjana
traviesa paseaba por las sendas de los bosques y descansaba en las orillas de
los manantiales y arroyos. Pero el hechizo efecto y se quedó profundamente
dormida al pie del balcón de las rocas de la Cueva del Agua, muy lejos de su
bosque cántabro. Al fondo, vigilaban quietos dos camellos de piedra que siguen,
aún hoy, mirando de reojo los valles de Valderredible y las Hoces del Rudrón y
del Ebro.
Dormida
quedó la anjana contemplando ese paisaje; sus cabellos calleron precipicio
abajo y de repente se transformaron en un cascada profunda y bulliciosa como la misma hada.
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