Maestro, ¿seré feliz?
El mentor respondo: Sí, feliz a ratos. Porque para conquistar la felicidad hay que vivir, a ratos, también la tristeza.
Pero el joven no quedó satisfecho con la respuesta y volvió a preguntarle: Pero maestro, ¿no dices que el fin de hombre es ser feliz? Yo quiero tener la felicidad completa, dijo con aires de soberbia.
El maestro sonrió. Dejó que su aprendiz relajara su humor y le replicó: ¿Has visto ese olivo que nos mira desde el patio? Tiene más de cien años. ¿Ves su tronco retorcido? Es síntoma de su madurez como ser vivo. Está sano y nos regala la vista con su porte. Le costó arraigar en el suelo; ha pasado cien inviernos sin perder la hoja en apariencia; pero ha mudado cien veces y cien veces ha renacido. Así es la felicidad, mudaremos cientos, miles de veces nuestros pesares que se convertirán, cien, mil veces, en proyectos de futuro; ahí está la felicidad, en la dicha de emprender siempre algo nuevo.
Exacto. Esa idea de la felicidad permanente es precisamente el problema de nuestro mundo. Como yo siempre digo, parece que sentirse mal o tener un mal día está prohibido. La filosofía del positivismo está acabando con nosotros... En fin, interesante cuento una vez más : )
ResponderEliminarSrta Imperfecta
Muchas gracias Srta Imperfecta. La idea la tomé del poeta libanés Khalil Gibran, la hice mía y me salió ésto. Ójala seamos siempre felices, pero por nuestra imperfección no podemos serlo siempre.
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