Zooántropo
Intentó hablar, pronunciar cualquier palabra, pero no pudo.Sólo salía de su garganta una especie de lamento a mitad de camino entre una 'a' y una 'u', que ni él mismo podía descifrar.
Estaba frente a la verja oxidada de algo parecido a un parque pues oía el ulular del viento entre las ramas de unos viejos cipreses, pero la oscuridad no le dejaba ver más allá de esa vieja puerta de hierro cincelada y adornada con volutas rococós. Al menos eso parecía al tacto porque la noche le envolvió en una vorágine de ruidos y sueños que quedaron enredados en los alambre de espino que partían de la puerta.
Lo intentó de nuevo 'aaaa' 'uuuu'. Nada. Impsible.
Al fondo una luz anaranjada parecía salir del horizonte, como queriendo liberarse de la opresión maldita del dios de la oscuridad. Y a medida que crecía la luz sus articulaciones perdían la frescura y la sensiblidad. La luz se tornaba amarillenta y él notaba su piel más áspera, rugosa, endurecida.
El viento agitaba con más fuerza las ramas de los árboles. La luz se hizo intensa y coronó el cielo. Al mirar al horizonte, a través de la verja, vio su propia tumba. La luz le cegó y por fin pudo soltar el grito que su garganta había ahogado durante horas. ¡Auuuuuuuuuuuuuuuu!