El reloj incompleto
El reloj de pared de la casa de mi abuela sólo era capaz de hacer ‘tic’. El ‘tac’ siguiente ya ni se oía. Y tampoco era tan viejo aquel artefacto. De niño me quedaba mirándolo horas y horas. Sus números romanos; su péndulo y la ranura ovalada con la que se le daba cuerda. Ni con todo el carrete completo era capaz de hacer ‘tac’.
Su armazón de madera oscura era la caja de resonancia perfecta. Pero yo era incapaz de adivinar porqué había dejado de hacer ‘tac’. En realidad, nadie sabía por qué; creo que el único que lo sabía era él. Y es que el péndulo tenía claro que debía ir de un lado para otro. Y las agujas, también conocían que debían recorrer toda la circunferencia del reloj.
El caso es que todo parecía estar en orden, pero no. Faltaba el ‘tac’ definitivo que cerrara el sonido perfecto del reloj.
En ocasiones, a las personas, nos falta el ‘tac’ definitivo que cierre nuestro sonido perfecto. Todo parece que funciona, como el péndulo del reloj o sus manecillas; incluso hasta nos suena el ‘tic’ inicial. Pero nos falta el ‘tac’. Cada uno tiene el suyo y hasta que no suene, dejaremos algo incompleto.
(Versión libre de otro cuento ajeno)