sábado, 11 de diciembre de 2010

Cuentos ajenos (I)

El teatro y el niño

En cierta ocasión, el actor principal de una compañía de teatro de aficionados tuvo un accidente. Esa misma tarde estrenaban en su ciudad un clásico de Calderón de la Barca. Para no cancelar la actuación, el director puso a un actor suplente.

Cuando la gente, el público, se enteró, mostró su disconformidad. Está claro, “yo he pagado para ver a los mejores actores”, decían.
El hizo lo que pudo, pero cuando terminó la obra, nadie le aplaudió. A punto estuvieron sus lágrimas de inundar su alma y hacer evidente su decepción.
De repente, una voz chillona salió del patio de butacas en mitad del silencio:
 ¡¡Bravo papa, bravo papa. Lo hiciste muy bien!!
Era la voz tierna de su hijo de seis años que, sentado con su madre, le estaba aplaudiendo. La gente se conmovió tanto que se pusieron de pie y le aplaudieron.

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